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martes, 7 de febrero de 2012

La batalla del amor en las Navas de Tolosa

Silvia Hernando  Jaén  7 FEB 2 012  El Pais

‘Batalla de las Navas de Tolosa’ pintado por Francisco de Paula Van Halen en el siglo XIX
 
Y el juglar que declama: "Ved los barrancos angostos, farallones de piedra musgosa verdigrís, en los que nunca da el sol, torrenteras de piedra suelta, unas grandes como tinajas, otras como cántaros, ninguna más chica que una buena jarra de cinco azumbres". Es el sábado 14 de julio de 1212; las huestes cristianas atraviesan Sierra Morena. Caminando entre sus poros, aún no son conscientes de que dos días después, en la mañana del 16 de julio, emprenderán una de las batallas clave de la Reconquista: la de las Navas de Tolosa. Hoy, el juglar vuelve a aquellos parajes jienenses, ahora cubiertos de pinos y rodeados por la inmensidad de un mar de olivos. En ellos recuerda el fragor de la lucha y la euforia de una victoria que, a largo plazo, desembocaría en el fin de la invasión musulmana en España. Ese juglar, que no es que haya vivido durante siglos del tirón, es Juan Eslava Galán (1948), quien recrea en Las últimas pasiones del caballero Almafiera la decisiva batalla en su octavo centenario como contexto de un romance en medio de la guerra.
Eslava Galán y Pérez-Reverte junto al castillo de Baños de la Encina. / JUAN MILLÁS
Con un lenguaje arcaizante, a medio camino entre el de aquella y esta época, el premio Planeta de 1987 cose un tapiz en el que los usos y costumbres medievales, perfectamente documentados, se pueden ver, oler y tocar a través de una vívida narración. "En el siglo XIII la literatura era oral, porque había mucho analfabetismo. Por eso el que cuenta la historia no soy yo, sino un trovador, que da unas descripciones muy cinematográficas", explica el autor, de camino a la tierra en que discurre su historia y que, además, le vio nacer. Y al hablar por boca de otro, se concede licencias que a Eslava Galán le sacarían los colores: "Por ejemplo, las escenas sexuales no me habría atrevido a contarlas en un lenguaje moderno".
Esas escenas las protagonizan el caballero Almafiera, don Gualberto, ducho en el arte de las Cruzadas, y la hermosa doña Eliabel, malcasada con su mortal enemigo. "En la Edad Media distinguían muy bien entre matrimonio y amor, que no era para nada lo mismo". Lo de esta pareja sí es amor, y del de verdad: "Una pasión que se llevarán más allá de la muerte". En torno a ellos, la brutalidad de la guerra contada desde un profundo conocimiento ("Yo hice mi tesis, que me llevó ocho años, sobre la historia del siglo XIII en Jaén, así que llevaba ventaja"), aunque también preñada de un ingenioso sentido del humor. "Los contadores de cuentos veían las caras de aburrimiento de la gente, y aunque yo no las veo, me las imagino, y por eso a veces le tomo el pelo al lector".
Aunque los héroes son los que fueron –los reyes Alfonso VIII, de Castilla, Pedro II de Aragón, Sancho VII de Navarra-, una miríada de secundarios imaginados aportan un nuevo carácter a los hechos constatados. Entre estos, el caballero Arturo Pérez-Reverter, que se escapó de las páginas (y por el camino se dejó la última erre) para acompañar a su buen amigo en la presentación de la novela. "Yo ya convertí a Juan (Eslava Galán) en chulo de putas del siglo XVII en Alatriste, y ahora me ha tocado a mí", dice divertido de verse batallar por España de la mano de su colega, al que define como "el perfecto escritor". "Juan usa solo aquello que es necesario, no pretende abrumarnos, como hacen otros. Sus novelas obran el milagro de meternos en el túnel del tiempo".
El escritor Juan Eslava Galán. / JUAN MILLÁS
La comida, una constante en la obra de Eslava Galán, no escasea tampoco en esta obra. "No sería capaz de escribir un libro sin hablar de gastronomía ni de sexo", dice ahora ante un plato de ajoblanco, una receta cuyos orígenes, como licencia literaria, sitúa en el castillo de Ferral, muy cerca del campo de batalla. Porque escribir una novela documentada, para él, no significa escribir historia. "Un novelista escribe lo que le sale de las narices", sostiene jocoso. Con todo, cada desviación de los acontecimientos puramente históricos aparece siempre señalada como tal en el libro. "Lo que intento es que la historia sea verdad y fidedigna, pero creo que todo se puede contar con humor. Si le puedo arrancar una sonrisa al lector, mejor que mejor".
Autor prolífico –cuenta con más de 70 obras publicadas, 15 de ellas novelas históricas y muchas pergeñadas antes de que el género fuera cosa común en España-, Eslava defiende a su Caballero Almafiera como una de las más logradas. "Antes de ponerse a escribir uno tiene una visión en su cabeza, como en la caverna de Platón, y unas veces el resultado se parece más, y otras menos. En este caso, la novela se parece mucho a lo quería hacer". Ese objetivo era "narrar unos hechos de la historia universal, de cómo cinco autonomías de España se unen para expulsar a los moros, que venían dispuestos a acabar con la cristiandad". Aquel país dividido y a la vez unido, suena a actualidad. "Claro, también hay una lectura contemporánea. Hoy tenemos una España con 17 autonomías, que a mí me parece un exceso. En el futuro creo que sería conveniente alcanzar un equilibrio de lo nacional y lo supranacional".
Con sus altos y bajos, la España de hoy es fruto en gran medida, según sugiere el escritor, de lo acaecido hace 800 16 de julio. "Si hubiéramos perdido la batalla de las Navas de Tolosa, quizá estaríamos rezando cinco veces al día, y las mujeres llevando velo. A lo mejor estaríamos como Marruecos, y aunque fuéramos marroquíes felices, no seríamos nosotros. Es bueno que los buenos ganaran".

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