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miércoles, 18 de febrero de 2015

La Aliseda revive un siglo después


El Ayuntamiento y un estudio de arquitectura trabajan para recuperar el balneario que tanta fama tuvo en las primeras décadas del siglo XX

La Aliseda es hoy un paraje único, en el Parque Natural de Despeñaperros, a muy pocos kilómetros de Santa Elena, y con fácil acceso desde la autovía (A-4). Cuando llegue la primavera serán muchos los que, en fin de semana, acudan a darse un baño y a disfrutar de la naturaleza y de un día de campo en los merenderos que hay en la zona o en el quiosco instalado en este paraje, donde se puede probar la comida típica de esta parte de la provincia, en el límite con La Mancha.

Antiguo Balneario de La Aliseda ver fotogaleria en el enlace
Puede que muchos de esos visitantes recorran la zona sin saber que antes que ellos, también la pasearon los bisabuelos del Rey Felipe, abuelos de Juan Carlos de Borbón, o el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, al igual que buena parte de la clase pudiente española de las primeras décadas del siglo XX.

La Aliseda fue un reconocido balneario de aguas medicinales, que por circunstancias de la historia acabó desapareciendo. Ahora, un siglo más tarde, el Ayuntamiento de Santa Elena y un estudio de arquitectura de Sevilla, dirigido por alguien muy vinculado a esta tierra, buscan la fórmula de hacerlo revivir. Es un proyecto ambicioso pero no imposible. Ya lo consiguieron entre los años 2001 y 2007 cuando llegaron a contar con una subvención del Ministerio de Fomento, con la cesión de los terrenos por parte de la Consejería de Medio Ambiente al Ayuntamiento de Santa Elena, a través de una permuta, y hasta con unos empresarios «procedentes de Almería» y dispuestos a invertir el dinero restante para levantar de nuevo el balneario, y gestionarlo.

Fomento dará la respuesta

¿Qué pasó? Nadie a ciencia cierta lo sabe, aunque todos señalan al equipo municipal de Gobierno de entonces, que no dio el espaldarazo último a esta infraestructura. Ahora, en torno a una década más tarde, el proyecto vuelve a surgir. El pasado mes de octubre, el actual alcalde de Santa Elena, Juan Caminero, se lo presentaba de nuevo al Ministerio de Fomento, y solicitaba una subvención, con cargo al 1% Cultural, que cubra el 60 por ciento de la inversión necesaria para reconstruir el balneario. Hasta el mes de abril o mayo no tendrán la respuesta. En paralelo, el proyecto de rehabilitación, que ya elaboró en su día el estudio de arquitectura Campos Alcaide, sigue más que vigente. Su gerente, Antonio Campos, natural de Santa Elena, explica que la idea sería construir, en el espacio que ocupa la finca La Aliseda, un hotel con 58 habitaciones, un balneario, y un apartahotel con 28 bungalows.

La inversión necesaria ronda los 12,5 millones de euros y, según los cálculos del proyecto, que contempla además un estudio de viabilidad, supondría la creación de 43 empleos.

«Si conseguimos la subvención de Fomento, y le sumamos la ayuda que pueda venir de otras administraciones como la Junta de Andalucía o la Diputación Provincial, estaríamos cubriendo más del 60 por ciento de la inversión», el resto quedaría en manos de un inversor privado, que sería quien lo gestionase», explica el alcalde, que asegura que la creación de esa cantidad de puestos trabajo sería «la solución al desempleo en nuestra localidad».
El balneario de la Aliseda no fue el único que desapareció conforme avanzaba el siglo XX, lo hicieron una buena parte de los que existían repartidos por todo el país. «A finales del siglo XIX, principios del siglo XX, los médicos eran como brujos, en muchos casos no podían saber con certeza que le ocurría a los pacientes, y por eso los mandaban a los balnearios, considerando ciertas aguas como medicinales. Muchos de los pacientes, los que no tuvieran una enfermedad seria, al estar en contacto con la naturaleza, relajados, y comiendo los productos propios de la tierra, se mejoraban, y así creció la fama de los balnearios», cuenta el arquitecto Antonio Campos.

El problema llegó cuando se generalizaron los antibióticos. «Los problemas de salud se solucionaban de forma más rápida y contundente y los balnearios entraron en decadencia, hasta que en los años 70 y 80, volvieron a ponerse de moda, pero ya como atractivo turístico y de ocio». Según Campos, a día de hoy «el 80 por ciento de los balnearios que desaparecieron están rehabilitados y funcionando».

CURIOSIDAD
El origen de las aguas medicinales de la finca
Fue a comienzos del siglo XVIII cuando los labriegos que trabajaban en la finca de La Aliseda descubrieron un caudal de agua que despedía muchas burbujas. Llamado en un principio Fuente Agria, por el gusto ácido del agua, la fama de sus virtudes curativas se fue extendiendo.

El médico Juan de Dios Ayuda fue el primero que registró por escrito el valor médico de esas aguas. «Conviene administrarla en los vicios de la digestión, flatulencias, vómitos, diarreas y lombrices...», dijo.

Esa fue una de las causas por las que el Marqués de la Rambla se construyó una casa allí, donde además plantó muchos álamos y levantó una fuente. En la casa se admitía a todos los que venían a tomar las aguas, mucho antes de que construyera el balneario.

Un poco de historia

En 1730, Rodrigo Pedro de Orozco, Marqués de la Rambla, se construyó una casa en este paraje, atraído por el carácter medicinal de sus aguas. Una propiedad, que acabó pasando a sus descendientes. Pero quien hizo de La Aliseda lo que llegó a ser fue José Salmerón y Amat. Este hombre, nacido en Almería en 1830 y procedente de una familia humilde, emigró a la provincia de Jaén y acabó instalándose en Úbeda, donde se dedicó a la manipulación de esparto, que tanto abundaba en la zona.

El negocio le fue bien y consiguió comprarse uno de los más blasonados palacios de Úbeda, subastado por una deuda, por la Hacienda Pública. Un buen día se presentó en su casa un hombre, que dijo ser pariente de los anteriores propietarios de ese palacio, y le ofreció comprárselo por lo que quisiera. Pero José Salmerón no pidió dinero. Sabía que ese hombre era el propietario de la finca La Aliseda, que él conocía bien porque había trabajado en las cercanas minas de La Carolina, y le ofreció cambiar el palacio por la finca. Y así se hizo.

Se trasladó hasta allí para trabajar en la minería, pero animado por los consejos de distinguidos médicos de la época, empezó a ser consciente de la riqueza de la zona y de sus posibilidades, y en 1907 construyó un elegante balneario y un hotel. Y hasta mediados de los años 30 del pasado siglo XX allí acudieron brillantes personalidades.

Como curiosidad, uno de sus clientes más asiduos era el Infante Carlos de Borbón, que acudía con su segunda esposa María Luisa de Orleans, que padecía tuberculosis, y por eso pasaban allí largas temporadas. Se ve que la paz del lugar y las aguas le sentaron bien porque en uno de aquellos años la mujer se marchó de allí embarazada de la Infanta Mercedes, que llegaría a ser esposa del Conde de Barcelona, y madre del rey Juan Carlos. Ambos regalaron varios retratos dedicados con alabanzas al balneario, que se conservan hoy día, junto con el libro de oro de La Aliseda, con las firmas de todos los personajes de más prestigio que pasaron por allí.

El balneario llegó al fin de sus días cuando los descendientes de Salmerón acabaron vendiendo la finca y hasta desmontando los edificios para poder vender los materiales para pagar todas las deudas que tenían.

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