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domingo, 21 de julio de 2019

Las Navas de Tolosa o cómo se desvaneció el proyecto de Al Ándalus


   La victoria de las tropas cristianas dio un giro de 180 grados a la reconquista y destruyó la conquista de Almohade. 
      
   Vamos a viajar ahora a la provincia de Jaén. Concretamente a la localidad de Santa Elena. Allí, en el año 1212, la historia de la reconquista española dio un giro de 180 grados. Los ejércitos cristianos se enfrentaron a las huestes musulmanas en la batalla de las Navas de Tolosa. Una victoria que fue vital para la historia de España tal y como la conocemos, pero que entre la sociedad actual no es muy conocida.

    Esta gran victoria surge a raíz de una derrota, la vivida en Alarcos en 1195. En ese momento, el rey de Castilla, Alfonso VIII, decide entablar una gran batalla contra los Almohades. Un proceso de 17 años que concluye en las Navas de Tolosa, y cambió radicalmente la reconquista, ya que, como explica Alejandro Rodríguez de la Peña, profesor titular de historia medieval en la universidad CEU San Pablo, supuso el “fin definitivo” del proyecto Al Ándalus.

   Esta gran batalla aunó las fuerzas de todos los reinos católicos peninsulares. Allí se dieron cita las tropas castellanas de Alfonso VIII de Castilla, las aragonesas de Pedro II de Aragón, las navarras de Sancho VII de Navarra y las portuguesas de Afonso II de Portugal. Pero no estaban solos, ya que contaron con la ayuda de multitud de caballeros llamados ultramontanos, por venir de más allá de los Pirineos. Es decir, caballeros europeos que acudieron a la llamada del Papa León X, que decretó esta batalla una cruzada contra el caudillo musulmán.

   Unos caballeros que a mitad de empresa decidieron desertar. Las huestes católicas partieron de Toledo hacia el sur, y al tomar una de las primeras poblaciones musulmanas, los cruzados europeos pretendían eliminar a toda la población, lo que creó disparidad de criterios con los soldados cristianos.

   Esto hizo que las posibilidades de las tropas cristianas disminuyeran, y vieran cómo su ejército era menor que al que se enfrentaban, pero no les desalentó. Precisamente respecto al número, hay diferentes versiones sobre cuántos efectivos componían las filas de ambas facciones. Es lo que tienen las crónicas medievales, que tienden a sobredimensionar las victorias, pero se puede asegurar que eran decenas de miles.

   No solo había diferencias en el número de efectivos entre los dos contendientes, también lo había en las tácticas utilizadas. Los cristianos optaban por una caballería pesada, con grandes armaduras en torno a los caballos. Eso significa sacrificar velocidad en busca de la potencia. Justo lo contrario que los Almohades, que contaban entre sus filas con caballería ligera. Para Rodríguez de la Peña, un “equilibrio de fuerzas”.

Una de las tácticas más curiosas que se utilizaron en esta batalla, y durante toda la reconquista, era la del tornafulle, llevada a cabo por los jinetes del ejército musulmán.

   Es una táctica que los caballeros turcos pusieron en práctica en las cruzadas de Jerusalén, y que los caballeros Almohades copiaron y reprodujeron durante la reconquista, aprovechando esa velocidad que poseían frente a la caballería pesada cristiana.

   Y precisamente fue la caballería la que decidió esta gran batalla, concretamente la aragonesa. Pedro II de Aragón, a la desesperada, decidió cargar contra las tropas musulmanas, creando un gran desconcierto entre sus filas, que llevó a los Almohades a desorganizarse y acabar perdiendo la batalla.

   Además de la importancia histórica de esta gran victoria cristiana, las Navas de Tolosa nos dejaron una serie de historias curiosas o anécdotas a su alrededor.

    La primera de ellas, la batalla en sí misma... Y es que estas grandes luchas a campo abierto que tanto vemos en las películas y series, sucedían una vez cada diez años, aproximadamente. Lo normal en aquella época eran los asedios y la guerra de desgaste, debido al alto coste que suponían para ambos bandos.

   La segunda, también podemos buscarla en una película, 300. Esta cinta muestra cómo el rey espartano Leónidas se enfrentó a las tropas persas en el desfiladero de las Termópilas, y algo parecido sucedió en Despeñaperros según las crónicas de la época.

   En ella, acababan perdiendo porque un traidor desvelaba al ejército de Gerges cómo bordear el desfiladero. Aquí fue un pastor quien enseñó a las huestes hispánicas por dónde sortear Despeñaperros para no ser masacrados en su interior. La Iglesia católica otorgó este descubrimiento del pastor al primer milagro de San Isidro.

   Otra de las anécdotas se ve reflejada en el escudo de Navarra y en el de España. Cuenta la leyenda que el rey navarro, Sancho VII 'el Fuerte', un hombre que medía más de dos metros como atestigua su tumba, rompió con sus propias manos las cadenas que ataban a una tropa de élite musulmana. Desde entonces, esas cadenas ondean en los estandartes navarro y español.

   Lo que sí es real son las reliquias que se guardan de esa gran batalla, como una virgen de madera portada a caballo por los cristianos, que se conserva en el Monasterio de Santa María de Huerta, en Soria, o el estandarte almohade, custodiado en el monasterio de las Huelgas, en Burgos. Un patrimonio de un valor incalculable que, para el profesor, la sociedad no sabe apreciar.

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