BALNEARIOS La provincia llegó a tener ocho centros.
La provincia de Jaén sólo cuenta con uno de los 113 balnearios de España, pero hubo un tiempo en el que recibía casi el 40 % de los bañistas que pasaban por Andalucía y tomaban sus aguas personajes como Roberto Valentino, Charles Chaplin, Ramón y Cajal, miembros de la realeza o un joven Joaquín Sabina.
A finales del siglo XIX, los antibióticos aún no habían revolucionado la medicina y cientos de personas acudían a los balnearios en busca de alivio para enfermedades cutáneas, respiratorias, venéreas, o males tan dispares como la eyaculación precoz, las "histéricas" o el baile de San Vito, según recogen los documentos de la época.
Entonces había en Jaén ocho balnearios oficiales, en las localidades de Frailes, Alcalá la Real, Santa Elena, Martos, Jamilena, Jaén y Marmolejo.
Este último fue el que más reconocimiento tuvo, incluso internacional, ya que estuvo presente en las exposiciones universales de Londres, París o Chicago, gracias a su dueño, Eduardo León y Llerena, que fue diputado liberal en las Cortes.
No solo ofrecía unas buenas instalaciones, sino que la localidad, de apenas 4.000 habitantes, contaba con casinos, hoteles, cines, teatros, joyerías, electricidad en las calles, tranvía e incluso llegó a ser el único pueblo con todas sus calles asfaltadas.
Tras la Guerra Civil comenzó su declive, como el de otros muchos balnearios, pero todavía en Marmolejo se embotellan unas aguas que la reina Isabel II, cuando era infante, tomaba por prescripción médica porque, como decían anuncios de la época, "si quiere llegar a viejo beba agua de Marmolejo".
Respecto al resto de balnearios, el de Jabalcuz fue uno de los que más visitantes recibía, aunque fundamentalmente de Jaén y Córdoba, en unas instalaciones declaradas Bien de Interés Cultural y ahora abandonadas.
También fueron importantes el de Frailes, que se pretende reabrir -de hecho está a falta de encontrar un inversor privado que se haga cargo de la finalización de las obras y de su gestión-, y el de La Aliseda en Santa Elena, situado en pleno Parque Natural, que llegó a ser hospital de tuberculosos y para el que se han presentado en varias ocasiones proyectos.
Pero el único balneario en funcionamiento en la provincia es el de San Andrés en Canena, que no figuraba entre los oficiales de finales del siglo XIX, por ser modesto, pero que no ha dejado de funcionar desde que se construyera el hotel en el siglo XIX y que entre sus clientes contó durante muchos veranos, ya en el siglo XX, con un joven Joaquín Sabina, que hacía sus pinitos con la guitarra, y su familia.
La mitad del balneario está hueco por abajo y, según ha explicado a Efe su director, Juan Manuel Lorite, los baños son muy antiguos, posiblemente de la época romana, y se utilizan aún tinas de mármol blanco que pudieran ser de la antigua ciudad de Cástulo.
Sus principales clientes, un 50 %, son jubilados del Inserso, pero también acuden familias jóvenes con niños, para los que tienen cabañas de madera, y preparan todo tipo de actividades. Este balneario funciona como una especie de complejo turístico, rodeado de jardines y piscina exterior, a poco kilómetros de las ciudades patrimonio de la Humanidad de Úbeda y Baeza.
Lejos queda su publicidad de 1920, donde se recogía que un baño caliente privado costaba dos pesetas, una vasija del venero media, y hasta 17,50 pesetas el baño para el enfermo contagioso que incluía la posterior desinfección del lugar.
Un balneario con aguas termales recomendadas para patologías renales, gastrointestinales, osteomusculares, cardiovasculares, respiratorias, dermatológicas o estrés, que se complementa con el oleoturismo, la cultura y el ocio.
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