Cien cámaras controlan los tres túneles que dan forma al nuevo trazado, abierto al completo hace un año. De ser un tramo manchado de sangre, ahora es uno de los más seguros.
Fue en junio del año pasado cuando se abría al tráfico el nuevo trazado en dirección Madrid-Sevilla. El tramo en sentido contrario ya se había abierto unos meses antes. Unos nueve kilómetros de autovía completamente nueva, sin curvas, y con una característica especial: sus túneles.
Tres túneles: La Cantera, de 280 metros de longitud; Despeñaperros, de 1.985 metros; y El Corzo de 480 metros en sentido Madrid, y de 140 metros en sentido Andalucía son la nueva seña distintiva del paso de Despeñaperros. Éste último es el único que se ha aprovechado del anterior trazado. Desde el año 2005 un decreto establece que la presencia de túneles, en función de su número y de su longitud, debe estar acompañada de un estricto control que garantice la seguridad, y más en un tramo como este por que el que se calcula que cada día circulan aproximadamente 20.000 vehículos.
Paralelo a la inauguración del nuevo Despeñaperros se inauguró también el centro de control de túneles, dependiente del Ministerio de Fomento, y en el que cada día trabajan 8 personas entre controladores de sala, técnicos y un ingeniero técnico industrial.
Entre todos hacen que el centro esté en funcionamiento 24 horas al día, los 365 días del año. Su misión principal: controlar las imágenes que les muestran en tiempo real las cerca de cien cámaras que hay colocadas en los túneles. La inmensa mayoría de ellas, en el interior de los mismos, colocadas de manera fija para dar una imagen en secuencia, y algunas, en las bocas de entrada de los mismos, que se mueven en función de la necesidad.
El ojo humano no es capaz de ver tanto al mismo tiempo, pero el sistema de funcionamiento del centro está diseñado pensando precisamente en eso. «Hay una detección automática, el sistema informático detecta los problemas más habituales que se pueden producir, como puede ser un peatón andando, un coche que circula más rápido de lo normal, un coche parado... En ese momento, salta una alarma y se muestra en la pantalla la cámara que está detectando esa irregularidad», explican desde el centro.
Desde esa misma sala, donde está la gran pantalla que refleja todo lo que las cámaras captan, también se controla cuestiones básicas para la seguridad como la ventilación, la iluminación, que va variando según la luz natural del día, para que el impacto en la visión del conductor sea el menor posible o las salidas de evacuación (instaladas cada 400 metros en el túnel más largo, el de Despeñaperros). En principio, todo funciona de manera automática pero el centro tiene capacidad de hacerlo manualmente en caso de que se produzca un accidente o haya algún fallo.
En el centro también controlan toda la señal lumínica de los túneles. Por ejemplo, algo que llama mucho la atención de los conductores es que, aunque la velocidad está limitada en la zona a 100 kilómetros hora (hay un radar que vigila y sanciona cada exceso), muchas veces a la entrada del túnel, la señal lumínica indica una velocidad máxima de 80 kilómetros hora, o incluso menos. «Puede ser que puntualmente haya gente trabajando en el interior del túnel o cualquier otra circunstancia que recomiende bajar la velocidad, pero esa indicación va al margen del radar.
Y si la luz fallase por culpa de la empresa suministradora, los túneles tienen sus propios grupos electrógenos que pasarían a funcionar por su cuenta.
«Afortunadamente, Despeñaperros ha dejado de ser noticia», dicen en el centro de control. Y es que el nuevo trazado, acompañado del novedoso sistema de seguridad, y seguramente, del radar instalado por la Dirección General de Tráfico, han convertido a Despeñaperros en uno de los tramos más seguros para circular, sin apenas siniestros y sin ninguna víctima mortal desde que todo se puso en marcha.
Paralelo a la inauguración del nuevo Despeñaperros se inauguró también el centro de control de túneles, dependiente del Ministerio de Fomento, y en el que cada día trabajan 8 personas entre controladores de sala, técnicos y un ingeniero técnico industrial.
Entre todos hacen que el centro esté en funcionamiento 24 horas al día, los 365 días del año. Su misión principal: controlar las imágenes que les muestran en tiempo real las cerca de cien cámaras que hay colocadas en los túneles. La inmensa mayoría de ellas, en el interior de los mismos, colocadas de manera fija para dar una imagen en secuencia, y algunas, en las bocas de entrada de los mismos, que se mueven en función de la necesidad.
El ojo humano no es capaz de ver tanto al mismo tiempo, pero el sistema de funcionamiento del centro está diseñado pensando precisamente en eso. «Hay una detección automática, el sistema informático detecta los problemas más habituales que se pueden producir, como puede ser un peatón andando, un coche que circula más rápido de lo normal, un coche parado... En ese momento, salta una alarma y se muestra en la pantalla la cámara que está detectando esa irregularidad», explican desde el centro.
Desde esa misma sala, donde está la gran pantalla que refleja todo lo que las cámaras captan, también se controla cuestiones básicas para la seguridad como la ventilación, la iluminación, que va variando según la luz natural del día, para que el impacto en la visión del conductor sea el menor posible o las salidas de evacuación (instaladas cada 400 metros en el túnel más largo, el de Despeñaperros). En principio, todo funciona de manera automática pero el centro tiene capacidad de hacerlo manualmente en caso de que se produzca un accidente o haya algún fallo.
En el centro también controlan toda la señal lumínica de los túneles. Por ejemplo, algo que llama mucho la atención de los conductores es que, aunque la velocidad está limitada en la zona a 100 kilómetros hora (hay un radar que vigila y sanciona cada exceso), muchas veces a la entrada del túnel, la señal lumínica indica una velocidad máxima de 80 kilómetros hora, o incluso menos. «Puede ser que puntualmente haya gente trabajando en el interior del túnel o cualquier otra circunstancia que recomiende bajar la velocidad, pero esa indicación va al margen del radar.
Y si la luz fallase por culpa de la empresa suministradora, los túneles tienen sus propios grupos electrógenos que pasarían a funcionar por su cuenta.
«Afortunadamente, Despeñaperros ha dejado de ser noticia», dicen en el centro de control. Y es que el nuevo trazado, acompañado del novedoso sistema de seguridad, y seguramente, del radar instalado por la Dirección General de Tráfico, han convertido a Despeñaperros en uno de los tramos más seguros para circular, sin apenas siniestros y sin ninguna víctima mortal desde que todo se puso en marcha.
Leyenda negra
Lo que hoy es Despeñaperros parecía imposible hace muy pocos años. Sólo entre 1997 y 2010, este tramo se cobró 50 vidas. En esos años, la leyenda negra del desfiladero crecía a golpe de cruces y flores en los arcenes y restos de naufragios en los barrancos. En 2003 una estadística oficial reflejaba ya a las claras la magnitud del problema: en ocho años se habían producido en el desfiladero 316 accidentes, con 406 vehículos implicados, 38 personas fallecidas y 131 heridas graves, además de un centenar de lesionados leves. Dos años después se hablaba ya de más de 40 víctimas mortales. Si Despeñaperros se ha cebado con un colectivo en especial, ése es el de los camioneros. Entre 2004 y 2005 se tocó techo: seis camioneros perdieron la vida en apenas quince meses. En 2007 iban nueve camioneros fallecidos en tres años.
En 2006, con nueve puntos negros en los pocos kilómetros por los que discurría el paso, Tráfico llegó a pedirle a Fomento que asfaltase de forma urgente la autovía. Desde entonces se fue paulatinamente a mejor: Al año siguiente había tres puntos negros en Despeñaperros. Aunque no fue hasta 2010 cuando se produjo la coincidencia de ningún punto negro «en vigor» y de ningún accidente mortal durante el año.
Ahora, en el año que lleva funcionando el centro de control de túneles, no han tenido que enfrentarse a ninguna situación de ese tipo. Lo más llamativo lo vivieron el pasado mes de noviembre, cuando una furgoneta blanca circuló varios kilómetros en sentido contrario en sentido Madrid a la altura de los túneles. Primero chocó con un autobús lleno de pasajeros y más tarde con un turismo. Por suerte no hubo heridos. La Guardia Civil detuvo finalmente al conductor, que dio positivo en el control de alcoholemia. «El primero en ver la imagen fue el controlador de sala del centro», aseguran. Aún así, el centro de control funciona de manera independiente a Tráfico, que depende del Ministerio del Interior, aunque en casos puntuales, como pudo ser ese, se coordinan.
También tuvieron que coordinarse hace poco, en la operación retorno de Semana Santa, cuando los atascos, que comenzaban en Despeñaperros, se alargaban kilómetros y kilómetros. «En ese caso es la Guardia Civil la que toma el mando y decide las medidas para garantizar la seguridad», explican desde el centro. Ese día, por ejemplo, decidió que no era seguro que 3.000 vehículos estuvieran parados en el interior de un túnel y por eso se fue limitando el paso.
E L desfiladero de Despeñaperros, aquel que hizo historia negra en este país por la cantidad de personas que fallecieron en sus pocos kilómetros de asfalto, el mismo que también llegó a ser símbolo kitsch en tiempos recientes, precisamente por haber sido un símbolo de la España profunda en tiempos pasados, con protagonistas como el niño prodigio Joselito, rodando escenas de 'La saeta del pequeño ruiseñor' o como los propietarios de una de las áreas de servicio más famosas del país, nostálgica del régimen franquista, ese Despeñaperros ya prácticamente no existe. Desde hace un año, la puerta de entrada y salida a Andalucía es otra historia.
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